En este artículo abordaremos el tema de la documentación sonora, definiendo qué tipo de documentos tienen cabida, cuáles son sus soportes y formatos existentes, qué aspectos hay que considerar en el análisis documental de estos documentos y, sobre todo, cuáles son los retos que plantea su preservación en el contexto actual.
Estado de la cuestión
Los archivos de sonido tienen su origen en los años treinta. Algunos medios de comunicación europeos empezaron a organizar sus archivos de sonido, al principio destinados a la conservación de sus propios contenidos, poniendo la primera piedra de lo que serían, más tarde, las importantes colecciones de documentación sonora de las que disponemos en la actualidad.
Uno de los primeros aspectos a considerar es el tratamiento de esta documentación para ser archivada. La unidad documental a tratar no es el soporte sino la obra, puesto que, entre otras cosas, un solo soporte puede contener varias obras. Este hecho impuso un cambio de concepción en la catalogación del documento y abrió el debate sobre los criterios a seguir.
Tradicionalmente, en las bibliotecas y centros de documentación se ha catalogado el documento sonoro mediante las reglas de catalogación ISBD, que presentaban algunas carencias para adaptarse a los audiovisuales, en general. A pesar de que se han hecho esfuerzos para buscar la estandarización que expondremos más adelante, las reglas que se aplican en la catalogación son las propias de cada centro y todavía son dispares. En el anexo de este artículo podréis encontrar varios ejemplos de pautas y normativas de catalogación aplicables a la documentación sonora.
Una vez el archivo se ha creado y se han catalogado las obras sonoras en función de unos determinados criterios hay que afrontar los problemas específicos que sobrevienen a un archivo en marcha de estas características. Una, quizás la más importante, de estas amenazas es la cuestión de la conservación, que ha encontrado en buena medida una solución, al menos de momento, en la digitalización. Sin embargo, la digitalización tiene unos costes en recursos y tiempo, y la realidad actual de estos archivos es que están menos digitalizados de lo que nos podríamos imaginar.
Por otro lado, la información digital tiene una esperanza de vida menor, puesto que se deteriora fácilmente si no hay implicación del poder público para garantizar su preservación. Por eso es muy interesante la participación activa de bibliotecas, archivos y centros de documentación en el diseño de políticas documentales que tengan en cuenta tal preservación. En este sentido habla la Carta para la Preservación del Patrimonio Digital redactada por la Unesco en 2003.
El debate sobre los formatos y soportes, la normalización y la descripción de los documentos se tiene que sumar a la conciencia por la preservación y debe estar presente en todas las fases de la gestión de la información. Ahora más que nunca, debido a la rápida obsolescencia de los equipos, reproductores y programas informáticos que permiten la reproducción de la obra y de los que esta puede ser dependiente, y a las incertidumbres todavía existentes acerca de los recursos, las responsabilidades y los métodos para la conservación y la precariedad de la legislación que ampara la preservación de esta tipología documental.
Soportes y formatos
El soporte de la documentación sonora, como se ha dicho, no constituye una unidad documental en sí mismo, está sometido a una obsolescencia relativamente rápida y es bastante sensible al deterioro. Los archivos de documentación sonora pueden contener grabaciones sonoras en cintas magnéticas, bandas sonoras, discos, discos láser y todo un amplio abanico de tipologías de soportes y formatos que intentaremos sintetizar.
Tenemos cuatro clases de soportes en esta tipología documental: los soportes mecánicos, donde entrarían los discos de vinilo; los soportes magnéticos, como por ejemplo la cinta magnética, los casetes, el Digital Audio Tape (DAT) y el vídeo; los soportes ópticos, como el disco compacto de audio, el disco compacto grabable, el disco compacto regrabable, el Mini-Disc, el HDCD, el SACD, el DVD-Audio y el Video Compact Disc, y, por último, podemos contar con los servidores de internet.
En cuanto a formatos, observamos que los archivos de audio poseen diferentes formatos dependiendo de qué herramientas o aplicaciones y con qué finalidades fueron creados. El software que se usa para las reproducciones asigna diferentes extensiones en función del tipo de fichero que se haya creado, para poder después identificarlo.
Los formatos de audio más comunes serían el WAVE (.wav); MIDI (.mid); CDA (.cda); MP3; MP4; AIFF / IFF; WMA; MOD y Audio Streaming.
Tratamiento documental
En la práctica, cuando llega un documento nuevo a un archivo sonoro, lo primero que hay que hacer para darle tratamiento es la audición completa del documento. Será útil para la descripción de contenido del documento y para la detección de posibles problemas de conservación o deficiencias técnicas del contenido. A continuación hay que pasar al análisis formal del documento sonoro, donde se indicará una serie de aspectos físicos del propio soporte como productor o generador del documento sonoro.
Una vez se ha hecho una audición completa y se ha hecho el análisis físico del soporte, se hará el análisis de contenido de la información. Las herramientas más utilizadas son los tesauros y tesauros específicos para la descripción del contenido de documentos audiovisuales. En los últimos tiempos está cogiendo mucha fuerza el etiquetado social y las folksonomías pero habrá que ver su evolución en la aplicación en los centros de documentación públicos. Una vez hecha la descripción y confección del registro documental sonoro hay que indexar el registro a las bases de datos para construir catálogos con óptima capacidad de recuperación documental.
La fuente principal para el análisis siempre será la escucha del contenido del documento y el soporte, contando la información externa que pudiera ofrecer: créditos, partes de grabación, etc., aunque cualquier fuente validada sería útil en caso de información incompleta o poco precisa. Durante el proceso de análisis hay que atender, por un lado, a las características específicas de esta tipología documental, el ruido, el sonido y el silencio, y por el otro, a la voz humana. Estos factores son importantes a la hora de la concepción intelectual del documento.
Como menciona Noemí Mases en Anàlisi documental i preservació de continguts multimèdia:
«Los sonidos tienen varias calidades que transmitirán mensajes comunicativos y poderosos efectos emocionales: intensidad, duración, tono, timbre y ritmo. Por otro lado, la música es la forma no verbal más depurada de comunicación mediante sonidos. En los documentos multimedia se utiliza por sí misma o como acompañamiento, y tiene la capacidad de potenciar efectos dramáticos y crear un clima emocional, social y cultural. La voz humana como lenguaje verbal también es objeto de análisis de los documentalistas, junto con sus códigos de acompañamiento, como son las características, la intensidad, el tono, el timbre, el ritmo, el arrastre, la resonancia, la colocación, la entonación, los sonidos anatómicos y emocionales (risa, llanto, suspiro, bostezo…), los símbolos orales (onomatopeyas, silbidos…), los reguladores de la conversación, etc.».
La cuestión de la preservación
Una vez el documento sonoro está dentro del sistema informacional que configura un archivo, nos llega la necesidad de conservarlo. En este punto, el medio físico será un punto clave de estudio. El mal almacenamiento de la documentación suele ser el causante de gran parte de la documentación dañada o perdida. Por eso, será muy importante tener un control estricto de la temperatura (18 a 21 grados), humedad (entre el 40 y el 60 %) y la luz, que tiene que evitar en lo posible los rayos ultravioletas.
Además, hay que prever suficiente capacidad de almacenamiento para un fondo que se prevé que irá creciendo y que tendrá que contar con copias de seguridad y duplicados de los documentos. Es necesario contar con un presupuesto para mantenimiento y planificar transferencias de datos a otros formatos. Resulta también conveniente atender al hecho de que determinados documentos sufren menos en posiciones verticales y a que siempre es mejor contar con profesionales con formación adecuada para la manipulación de este tipo de documentos.
Digitalización
La solución actual más plausible para la preservación es la digitalización. De este modo se facilita el almacenamiento masivo del sonido en espacios más reducidos; se pasan los fondos sonoros a un formato digital de tipo informático, permitiendo el acceso en línea a la información y al sonido; se garantiza una mejor conservación del fondo y se trabaja en clave de optimización de los recursos. Además, amplía enormemente las posibilidades que podemos ofrecer de accesibilidad de los usuarios al fondo del archivo y la capacidad para involucrarlos en el etiquetado social, por ejemplo.
La preservación digital consta de dos pasos o fases. Primero, un almacenamiento seguro, seguido de un acceso permanente por parte de profesionales y usuarios.
En primer lugar, hay que garantizar que la documentación sonora se conserve totalmente y tener una idea fehaciente de una conservación íntegra a largo plazo. En este sentido las copias de seguridad o duplicados exactos de nuestros documentos sonoros son muy necesarias. Estas copias necesariamente se deben ir haciendo actualizando los formatos y soportes a medida que avanza la tecnología para garantizar la actualización, conservando, si se considera, la tecnología antigua necesaria para reproducir las obras anuladas en cuanto a soportes y formatos.
Se elegirían materiales adecuados y de calidad para guardar la documentación. Los formatos de fichero serán adecuados y los estándares, definidos, con una identificación y topográfico de los ficheros clara y estandarizada. Resulta útil usar algún sistema de metadatos de calidad para el etiquetado de los documentos, utilizando alguno de los esquemas existentes, como por ejemplo MARC o, preferiblemente, Dublin Core. Las copias originales destinadas a la conservación deberían ser gestionadas de forma independiente de las destinadas a la difusión. Se formará al personal que trabaje con la documentación y se creará un manual para tratarla. Y, finalmente, se pondrán a disposición del usuario el catálogo y, si fuera posible, el propio fondo mediante alguna aplicación en línea.
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Anexo
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