He escogido cuatro modelos de dispositivos capaces de captar imágenes que en este momento y que de forma un poco automática me han parecido paradigmáticos. La Hasselblad como cámara creada inicialmente con finalidades militares que se convirtió en la marca mítica de fotografía de estudio y de paisaje. En general de un tipo de fotografía en el que primaba más la reflexión que la rapidez. La Leica, al contrario, como el paradigma de cámara del fotoperiodista que inevitablemente asocio siempre a Robert Capa. En el entorno actual en el que se encuentra la fotografía podriamos destacar una gran cantidad de marcas de móviles con importantes potencialidades fotográficas. Los escogidos son dos de los que pueden llevar perfectamente el tag de alta gama. Siempre y cuando no les pongamos letra o número detrás el nombre porque si lo hiciéramos, la consideración de su actualidad caería invevitablemente y en poco tiempo en el baúl de las antigüedades.
Entre unos y otros modelos, entre las Hasselblads y las Leicas, y los Xperia y los IPhones, ha habido dos revoluciones, como muy bien señala Joan Fontcuberta (1).
- Una primera revolución que se inició en 90 y eclosionó en los inicios de este siglo. La primera revolución digital en la que cambiamos las sales de plata por los píxeles, el negativo por el sensor, la ampliadora, los baños y la luz roja por el ordenador y el Photoshop, el Gimp o el Lightroom.
- Una segunda revolución digital que arrancó pocos años después del inicio del siglo con la aparición de las redes sociales y la telefonía móvil. Flickr, Picassa, Instagram, Padlet, Facebook, Twitter, Whats Up constituyen un largo y creciente etcétera.
Con la primera revolución cambiamos el sustrato fotoquímico por uno de digital. En un primer momento muchos fotógrafos, los de toda la vida, se sintieron totalmente perdidos. Cuando coincidían compañeros que inevitablemente acababan hablando de fotografía, se pasó de unos temas de conversación que tenían que versaban sobre revelados o negativos preferidos a otros que tenían términos como resolución, pixels o factor de focal como motivos principales. Cambiaba la forma de trabajar, y a pesar de que algunos procedimientos se podían hacer de forma más simple y rápida a través del digital, había algo que iba más allá. Así vimos como la capacidad de manipulación de la imagen crecía de forma geométrica a medida que nos introducíamos en el mundo digital. Más allá de facilidad el trabajo, esta potencialidad creciente ha llegado a modificar también la propia fotografía.
Con la segunda revolución la fotografía se transforma todavía más. La inmediatez de hacer una foto, publicarla al momento y distribuirla potencialmente a todo el mundo ha supuesto algo más que facilidad de distribución. Ha cambiado la misma naturaleza de la fotografía. La fotografía ya no es la captura del instante decisivo, el testimonio de veracidad que merecía mostrarse en un lugar privilegiado como un álbum familiar o la pared de una galería. Multiplicada hasta la extenuación a través de las redes sociales, convertida en algo de producción masiva, la fotografía se ha transformado en algo voluntariamente banal y ominipresente. Ya no se fotografían los momentos importantes en fechas clave. Se fotografía todo, en cualquier momento, se inundan los espacios de comunicación con miles y miles de imágenes. La fotografía se ha convertido en algo efímero para comunicar en el momento.
Y no es que una realidad haya substituido a la otra. Seguimos haciendo fotos importantes pensando en exposiciones y álbumes personales. Pero también nos sumergimos en la riada del que denominamos ya postfografia.
(1).- http://www.tv3.cat/videos/4500131/entrevista-a-joan-fontcuberta-arran-de-lexposicio-dara-endavant-la-postfotografia-en-lera-dinternet-i-la-telefonia-mobil