El término procede del campo de los videojuegos y corresponde a un periférico que actúa como dispositivo de entrada para una videoconsola o un ordenador y que permite controlar la aplicación. Los controladores convencionales, como las palancas de mando, los ratones de bola, los volantes o las armas, diseñados para ser usados frente a una pantalla o a una proyección en los juegos de tipo Arcade, evolucionaron hacia controladores específicos de plataforma, los mandos de juegos, popularizados por Sony, Microsoft o Nintendo. Posteriormente, ha llegado una nueva hornada destinada a ser usada como complemento de visores de realidad virtual [1]. Oculus, HTC o Sony, por mencionar solo algunas marcas, acompañan sus HMD con controladores específicos. Otras marcas, como Razer, desarrollan controladores basados en OSVR, que intenta convertirse en un estándar destinado a un uso generalizado. Algunos de estos controladores tienen planteamientos muy diferentes, pero todos intentan resolver la necesidad de que los participantes vivan una experiencia de realidad mixta en la que puedan interactuar con los entornos virtuales mediante sus propias manos o su cuerpo, inalámbrica. Los controladores disponen de sensores para hacer el seguimiento de los movimientos, proporcionan algunos elementos de control convencionales como botones o pulsadores y, en algunos casos, también disponen de funcionalidades hápticas.